miércoles, 3 de julio de 2013

Tren de regreso


 


Sentado en este parque,
en el atardecer de los semáforos,
ha pasado ante mí, como un expreso,
el poso, vivo aún, 
de aquella noche de estudiante,
una de tantas:

un taxi nos llevaba 
de un piso en fiesta a otro, 
envueltos en confusa alegría.

Es todo cuanto queda. El resto
el tiempo lo ha disuelto
y qué importancia tiene.

Ni siquiera recuerdo quiénes íbamos.
Sólo distingo, al recordar, fachadas
que veloces desfilan entre el tráfico.

Pero, con la fugacidad,
formando parte de ella, también vuelve
aquella hermosa lucidez, aquel
sentirse transgresor, al otro lado
del mundo conocido y de sus normas.

Cuántos momentos en la vida hubo
menos discretos, menos imprecisos,
y cuántos que creí más importantes
de los que no queda una huella
tan vívida, ni tan consoladora.


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